Cuidadores: no terminen siendo controladores compulsivos.

Cuando eres el cuidador principal responsable del bienestar de tu padre, tu madre u otro ser querido, es fácil obsesionarse con los detalles. Quieres asegurarte de que tu padre no coma comida en mal estado, así que hueles todo lo que hay en su nevera. Tienes en cuenta que el cabello de tu madre está graso y lacio, por lo que insistes en que te permita lavarlo. «Y quítate esa blusa que has estado usando toda la semana y ponte una limpia», agregas.

No estoy muy segura de si es una cualidad propia de todos los cuidadores, pero yo era una especie de fanática del control cuando me encargaba del cuidado de mi padre, que vivía en un centro de asistencia cercano. Estaba muy atenta a sus necesidades especiales, como asegurarme de que hubiera pañuelos de papel y papel higiénico en el baño. Con su amnesia extrema a corto plazo, era evidente que no se acordaría de reponer esos productos, y yo no quería que tuviera que usar una toalla de mano para limpiarse, o peor aún, ¡que no se limpiara en absoluto!

Así que tal vez el control comenzó con el mejor de los objetivos, que era mejorar las cosas para papá, pero creo que se intensificó hasta llegar a ser excesivo.

No solo estaba obsesionada con la excelencia, sino que esperaba que todos los demás miembros de la familia cuidaran de papá exactamente igual que yo. Cuando mi pareja y yo nos fuimos durante un mes, dejando a dos de mis hermanos a cargo, les envié una carta de tres páginas con instrucciones detalladas que debían seguir.

Sin embargo, lo que realmente disfrutaba papá cuando sus hijos se iban era jugar con ellos: ir a un bar a tomar una cerveza, jugar al tejo, al billar o a las cartas. Eso era lo que significaba algo para papá cuando sus hijos se iban, no el hecho de que se aseguraran de que su ropa estuviera lavada. A papá también le gustaba jugar a las cartas conmigo, y en algunos casos me da miedo haber estado tan absorta en la limpieza de la casa que descuidé su necesidad básica de mi compañía.

Era tan competente en la gestión de la vida de papá que a menudo me excedía y hacía cosas por él que él podría haber hecho por sí mismo.

Una vez, mi hermano le envió una lata de galletas envuelta con cinta adhesiva, y cuando vi a mi padre luchando por abrirla, estuve a punto de quitársela de las manos, algo que mi pareja se queja de que suelo hacerle a él. Por suerte, esa vez me contuve y mi padre tuvo la satisfacción de abrirla él mismo. Puede que a nuestros seres queridos les lleve más tiempo hacer las cosas por sí mismos, pero siempre que sea posible, debemos dejarles hacerlo.

Los momentos que mejor recuerdo ahora que papá ha fallecido no son las horas que pasé llevándolo al médico o ocupándome de las tareas domésticas. Los momentos que mejor recuerdo son aquellos que hicieron feliz a papá de una manera única, los días que compartimos haciendo cosas divertidas.

Un día dimos un paseo por Treman Park, a lo largo de uno de los populares cañones de Ithaca. Papá quedó muy impresionado con las vistas de la naturaleza, además de con las vistas de las chicas que pasaban por allí en pantalones cortos.

Después almorzamos en Friendlies con su nieta y sus bisnietos. Más tarde, mientras acompañaba a papá a su habitación, me dijo: «Eres una hija maravillosa».

Ahora bien, no estoy diciendo que la limpieza de la casa, el aseo personal y las visitas al médico no sean importantes. Naturalmente, contribuí a la calidad de vida de mi padre prestando atención a estos detalles. Como cuidador principal, hay que prestar atención a esas cosas, y creo que eso es lo que nos convierte en fanáticos del control.

Pero también es fundamental relajarse y dejarse llevar en ocasiones. Si estás tenso, con prisas, siempre concentrado en gestionar las vidas de tus seres queridos, perderás la oportunidad de compartir experiencias más significativas con ellos. No sabes cuántas oportunidades tendrás, y no querrás recordar y arrepentirte de haberlas perdido. Así que detente. Siéntate. Tómate una taza de té y simplemente disfruta de estar juntos.

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